Con frecuencia escuchamos esta expresión en boca de la gente joven. Los jóvenes siempre con su ansia de verdad y autenticidad, a pesar de esa incoherencia que ellos también viven, nos hace pensar en el sentido verdadero de esta navidad.
Cuando un chico/a me dice que no tiene sentido este «tinglao» que nos montamos, a base de gastos, comilonas y felicitaciones de compromiso, yo suelo darle la razón. No tiene sentido una «navidad así». Es bueno desenmascarar todo lo falso, y una navidad así montada lo es. Lo que vivimos estos días no es más que el tinglado montado por feriantes y comerciantes, para quienes la navidad no es más que una buena fecha para el ganar dinero. Después vendrán otras: las rebajas de enero, por ejemplo.
Yo en este sentido defiendo una revolución silenciosa, aunque de hondo calado; y que consistiría en ir a lo esencial de la navidad. Pero, ¿qué es lo esencial de la Navidad?
Lo esencial es hacer memoria de un hecho que pasó hace más de dos mil años. Jesús, el Hijo de Dios, ya vino una vez a la tierra para anudar nuestro destino al suyo para siempre. Gracias a ello, sabemos que no tenemos otro destino que la VIDA DEFINITIVA. En esta navidad no nacerá de nuevo Jesús; quien lo creyera sería un ingenuo. Pero, el recuerdo de aquella navidad sí nos activa, nos pone en en pie para buscar a Dios con decisión; más que en las figuritas de mazapán, en el interior de uno mismo, que es donde habita de verdad Dios.
Por eso, propongo que la revolución navideña consista en no ceder al chantaje de las compras, ponernos un límite de gasto estos días y no pasarnos por nada del mundo; por ejemplo, no más de 100€, y saber administrarlos bien. ¿Difícil? Pues claro, en todas las revoluciones hay muertos; en esta no iba a ser menos.
Y junto a ello propongo hacer un gesto de cercanía a los demás, que no tiene que ser extravagante o raro: pasar un tiempo de más con mi familia, sonreír, ser amable con la gente…
Los carrozones y amigos del cine negro (el de los años 50) recordarán aquella frase entre el «duro» Hampfrey e Ingrid Bergman: «siempre nos quedará París», es decir el recuerdo de lo que fue nuestro amor. Esta navidad yo voy a decirme a mí mismo: «siempre nos quedará la navidad», el recuerdo de un Dios enamorado de la humanidad que sigue persiguiéndonos a cada uno, a través de los vericuetos de nuestro corazón y de la cordura.
Feliz navidad a todos….sin falsedad.