LLega la fiesta de Pentecostés, que es la fiesta del Espíritu Santo, y no quería dejar pasar la ocasión para hablar de EL. ¿Quién es el Espíritu Santo?
El Espiritu Santo no es una cosa
Los humanos le hemos dado un nombre «misterioso», pero el «Espíritu» no es un «espíritu» vulgar y corriente. Podría parecer que estamos hablando de una fuerza oculta, incluso maligna, porque todo lo que no tiene nombre asusta, dado que nadie lo conoce. Los «espíritus» los asociamos a ciertas prácticas espiritistas, a rituales de magia negra o Vudú. Cuando las personas emplean a esas «fuerzas» para su beneficio o para perjuicio de otros hombres, hablamos de magia, que es un uso perverso de lo religioso.
No está en el más allá
Nuestro Espíritu Santo es un ser personal, no una cosa misteriosa. Es algo propio del ser humano el interés religioso y espiritual. Desde siempre el hombre ha entendido que un misterio más grande que él, le envolvía y le rodeaba. Así fueron naciendo las religiones, con sus ritos, que siempre hacen referencia a la vida, a la muerte y al sentido que podemos darles los humanos a estas realidades.
El pueblo de Israel se sintió en relación con un Dios, que era amigo del hombre. El relato de la creación quiere expresar esta convicción: Dios que crea todo de la nada, aparece como un amigo que pasea por el jardín de Edén con Adán al atardecer. Los sabios de Israel, compondrán poesías y escritos alabando la «Sabiduría de Dios», que no es una cosa, sino Dios mismo, que se muestra cercano a los hombres y se dedica con todo su amor y entendimiento en sostenerlo y cuidarlo. La Sabiduría -que es Dios mismo- está aquí, se le conoce en el día a día… y se posa en los hombres «buenos» y «prudentes».
El Espíritu Santo es Dios-con-nosotros
Pero cuando de verdad conocemos quién es El Espíritu Santo es a partir del acontecimiento Jesús. ¿Recordamos? María se hace madre cuando desciende sobre ella la sombra del «Espíritu Santo», y la cubre con su bendición; Dios mismo fecunda sus entrañas. El evangelio nos pone el comienzo de la misión de Jesús justo cuando desciende sobre El, el Espíritu Santo en su bautismo en el Jordán. Desde entonces, Jesús caminará a su sombra, y bajo su «sabiduría» curará y salvará a los hombres. Precisamente Jesús se opondrá con energía en nombre del verdadero Espíritu Santo, a todos esos otros «espíritus» que atenazan la libertad del ser humano y le esclavizan mediante la enfermedad, el poder hacia los demás o el fanatismo.
Pero será sobre todo, en la Resurrección de Jesús cuando el Espíritu ocupe el lugar que le corresponde. En el encuentro de Jesús con los suyos, después de resucitar de entre los muertos, les va indicando que El se marcha definitivamente; pero que vendrá el Espíritu de la Verdad, que será quien lo «enseñe todo». El Espíritu Santo será, además de «maestro», el «defensor» (eso significa «paráclito») frente a todo lo que nos amenaza como «hijos de Dios».
Hasta el fin del mundo
Llevamos más de 2000 años desde que Jesús mandó desde el Padre al Espíritu Santo. El Espíritu lleva todo ese tiempo conduciendo a la Iglesia y a cada creyente en particular. El Espíritu es esa fuerza que saca a la Iglesia de su pasividad. Es esa bondad que la purifica de todo su mal y su pecado. Es ese coraje que lleva a tantos creyentes a darse a los demás. Es consuelo que nos pacifica y nos calma en los momentos de dificultad. Es sabiduría que nos lleva a conducirnos como «hijos de Dios», y a educar a tantos niños y jóvenes en su camino hacia la libertad como hombres.
Todo esto es el Espíritu. Esto…y más. Porque una cosa es cierta. A Dios nadie lo ha visto, tan solo lo sentimos por sus efectos. Es como el viento, perceptible solo cuando mece las ramas y las hojas de los árboles. Dios permanece acá con nosotros y dentro de nosotros. Pero siempre es MAYOR que nosotros, que nuestros deseos y nuestros temores, incluso. Dejemos crecer al Espíritu Santo dentro de nosotros y que nos conduzca hacia el corazón de toda bondad: Dios Padre.
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