LEO LA PALABRA (Marcos 7, 31-37)
Jesús volvió a salir de la región de Tiro y, pasando por Sidón y los pueblos de la región de Decápolis, llegó al lago de Galilea. Allí le llevaron un sordo y tartamudo, y le pidieron que pusiera su mano sobre él. Jesús se lo llevó a un lado, aparte de la gente, le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua. Luego, mirando al cielo, suspiró y dijo al hombre:
–¡Efatá! (Es decir, “¡Ábrete!”).
Al momento se abrieron los oídos del sordo, su lengua quedó libre de trabas y hablaba correctamente. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo contaban ellos. Llenos de asombro, decían:
–Todo lo hace bien. ¡Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos!
MEDITO LA PALABRA
El verano llega a su fin, y con él llega de nuevo la vida, con su ropaje más ordinario. A muchas personas les irrita septiembre llegando incluso a incubar ese síndrome de nombre raro «post-vacacional». Es verdad que a todos nos gusta esa parte de la vida más despreocupada y festiva. Parece como si la vuelta al «ruedo» de las ocupaciones nos trajera la nostalgia de las olas perdidas en agosto y los baños de sol mientras nos turrábamos en la arena. Esa nostalgia de las vacaciones acabadas ¿no será nostalgia de todo lo bello y simple que tiene la vida? La fiesta, el ocio, ¿no será nostalgia de una vida despreocupada y gozosa que dificilmente acabamos de conseguir? Te quiero sugerir que detrás de la nostalgia postvacacional quizás esté la nostalgia por encontrarte de nuevo con Dios, al que hoy voy a llamar «Padre del ocio y de la fiesta».
¿Qué tiene que ver esto con el evangelio de hoy? Pues mira. La historia del sordomudo es la historia del hombre que no tiene ya capacidad para escuchar ni para comunicarse. Es la historia del hombre/mujer estresado, desquiciado por los quehaceres de la vida. Jesús se lo lleva a un lado, le toca el oído y la lengua con su saliva, y luego invoca a su Padre Dios para que le haga sentirse otra vez vivo y feliz. Y el «Sordomudo» volvió a escuchar los sonidos del mundo y recuperó la comunión con los demás.
La Palabra de Dios es un regalo para nosotros. Jesús nos dice a cada uno: «ABRETE». Abrete a lo bueno de la vida, a lo sencillo. Abrete a la verdad, esa que llevas en tu interior: date espacios de silencio para encontrarte contigo mismo. Abrete a los demás, a aquéllos más cercanos a ti y también a esos que más necesidad tienen de tu ayuda, de tu presencia. Jesús te dice hoy: «Yo te regalo la vida: conviértela en una fiesta cada día. Aunque tengas que trabajar, volver al estudio o atender a tu familia». Que te sientas curado y libre escuchando esta Palabra.
REZO CON LA PALABRA
Señor de la Vida,
te ofrezco mi persona
para ser portavoz de tu mensaje.
En mi voz tus palabras, Señor,
para dar a conocer
tus enseñanzas.
En mi voz tus palabras, Señor,
para servir a tu causa
y anunciar tu presencia.
Abre, Jesús,
nuestros oídos y boca,
para llenarlos de tu mensaje,
para ser tus testigos
y el eco de tus palabras.
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