LEO LA PALABRA (Lucas 9, 18-24)
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha
vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene
que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas,
ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo,
cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la
perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»
MEDITO LA PALABRA
Meditar es llevar la palabra al corazón
No está al otro lado del teléfono. No te lo pregunta en un sueño de éxtasis.
Te lo pregunta cuando ves las figuras de seres humanos torturados en nombre de la
democracia en una guerra que nunca hubiera tenido que comenzar. Es desde
aquella imagen humana destrozada, que Jesús te dice: «¿Y tú, qué dices de mi?».
Te lo pregunta en la mirada de los perdedores de siempre, de aquellos y aquellas
que han ido emigrando buscando una tierra propia, donde poder apoyar su cabeza.
Han acabado en la calle. Jesús te cuestiona y te dice: «¿Y tú amigo mío, amiga
mía… qué dices de mí? ¿Quién soy yo?».
Te lo pregunta en aquel chico, aquella chica que vuelve a casa a las 8 de la mañana
con la sangre cargada de droga, después de una noche loca, incapaz de mirar a los
ojos de las personas que le quieren. Es lo que se lleva. Es una nueva experiencia.
Jesús te mira a ti y hablándole a tu corazón dice «¿qué dices tú de Mí, quién soy
para ti, hijo mío, hija mía?».
Te lo pregunta cuando ves un día y otro día como ciertos representantes del pueblo,
sólo hacen que chillar, o sembrar la división, de deshacer la necesaria política de
cara al bien común. Hinchados en sus asientos, gritando en los micrófonos,
respondiendo a los periodistas desde el poder de los semidioses, Él, Jesús te dice:
«¿pero tú, qué dices de Mí?, soy quizás un político más, un personaje del pasado, o crees que hay
algo más en mi persona?».
Cuando aquel hombre ha cogido a su hijo muerto por una bomba inteligente y llora
sobre la cara del que es carne de su carne, lo abraza con fuerza y amor, es Jesús. A
ti que lo ves por la televisión, te pregunta: «¿qué dices de Mí?»
La pregunta de Jesús no lleva ira, es emocionante, va cargada de misericordia,
directa a tu corazón, es la pregunta por la justicia, por la fraternidad, para saber
ponerse en el lugar del otro. Es la pregunta por la identidad de los seres humanos.
Él humano, en todo, excepto en el pecado, no espera una respuesta dogmática,
elaborada, evidente y clara sobre Él mismo, sino que mires este mundo con sus
ojos. Déjate encontrar, pues, en los humanos, y entenderás un poco más que Él es
el Hijo de Dios.
REZO CON LA PALABRA
Para que descubras quién es Jesús…y dónde está.
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