CAFE CON DIOS
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en
su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor,
escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar a basto con el servicio; hasta
que se paró y dijo: – «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con
el servicio? Dile que me eche una mano.» Pero el Señor le contestó: – «Marta, Marta,
andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido
la parte mejor, y no se la quitarán. »
MEDITO LA PALABRA
Meditar es llevar la Palabra al corazón
«Tanto tienes, tanto vales». Esta frase se nos ha metido hasta lo más profundo de la sinrazón.
Nos parece que demostramos nuestra valia cuando tenemos y hacemos cosas. Los demás nos valoran no por lo que somos, sino por lo efectivos, capaces, originales que somos.
El evangelio nos pone un doble modelo. Son dos hermanas: Marta y María. La una -Marta, patrona de la hostelería- hace todo lo posible que podía hacer como mujer de su tiempo: atiende, limpia, cocina…
La otra -María- se entretiene en estar al lado del huesped -Jesús- a quien escucha con atención. Al parecer, Marta, cansada ya de aguantar, se queja a Jesús pidiéndole que le diga a su hermana que le eche una mano, y se ponga a «hacer».
Jesús no le reprocha nada…es muy amable a la vez que guasón: «Marta, Marta…andas muy atareada». Y luego: «María ha escogido la mejor parte».
Si te paras a pensar, nos intentamos «ganar la vida» a base de trabajar. No advertimos que lo que nos hace «ganar la vida» de verdad no es lo que hacemos, sino por quién lo hacemos. Corremos el riesgo de hacer muchas cosas, para nada. La mayoría de los trabajos son trabajos en donde cuesta buscar el porqué o la razón de lo que hacemos. Solo los trabajos vocacionados nos dan esta posibilidad de saber por quiénes trabajamos.
En este tiempo de vacación el evangelio es una invitación a descansar. Descansar no es no hacer nada, sino situar en sosiego, nuestra vida, y soborear lo bueno que tenemos y Dios nos concede. Solo escuchándole a El, el corazón se nos abre a la sensatez, a lo bello y lo bueno. Solo en contacto con Dios, sabemos por qué vivimos y quién nos hace vivir. Solo con Dios, el corazón se nos inunda de alegría y de paz.
Concédete un poco de tiempo (escuchando una música tranquila, paseando, leyendo, escribiendo…) para entender que tienes «la mejor parte», y esa parte de felicidad no te la quitarán. Tómate esta mañana o esta tarde un CAFE CON DIOS.
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