Nos encontramos ya en el ecuador de nuestro viaje, esa aventura que comenzamos días atrás cargados de ilusión, ganas de disfrutar y hacer nuevos amigos.
La rutina diaria es algo habitual cada mañana al levantarnos y como en familia desayunamos todos y realizamos las tareas propias del hogar, limpiar habitaciones, salas, zonas comunes…
El día, como viene siendo habitual, se presentaba caluroso. Las primeras horas las dedicamos a analizar nuestras acciones, comprendiendo que si nacen desde la fe, entusiasmo y compromiso podemos hacer de nuestro entorno y del mundo un lugar un poquito mejor.
Posteriormente tuvimos nuestro primer momento para poder refrescarnos y tomarnos todos un merecido y agradecido descanso.
Iniciada la tarde comenzamos los juegos y torneos que tanto gustan a los pequeños. Y en la dinámica de la tarde tuvo gran protagonismo el elemento central de nuestra naturaleza, el agua. Y como conclusión un momento de celebración común.
Y por la noche la Luna y el encanto estrellado tuvieron un notable protagonismo.
Finalmente, como acto final de un día que seguro nadie olvidará, dimos gracias a Dios por darnos la oportunidad de haber vivido un día más con nuestra familia salesiana.
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