Hola, amigos:
Me llamo Juan Bosco y si me dejáis, quisiera contaros algo de mi vida.
Nací en el norte de Italia. En un caserío llamado I Becchi, cerca de Turín.
Casi no conocí a mi padre Francisco. Ni siquiera recuerdo su cara. Gracias a Dios
que tuve una madre maravillosa. Se llamaba Margarita.
Yo, de pequeño, era bastante movido y muy trasto. Raro era el día que no hacía alguna.
Recuerdo momentos bonitos y divertidos pero también otros llenos de problemas y
dificultades. No creáis que sólo vosotros tenéis problemas. Os pondré algunos
ejemplos.
Además de la muerte de mi padre; en mi casa éramos pobres.
Seguro que más de uno habrá oído los graves conflictos que tuve con mi hermanastro
Antonio. La situación se hizo tan tensa que tuve que marchar de casa a los once
años.
Una noche tuve un sueño que me alegraba y preocupaba mucho. Era sobre mi vida y
vocación. Yo quería estudiar pero no podía.
Por aquellos años anduve de un lado para otro, tuve que trabajar y estudiar a la vez.
En la escuela también lo pasé mal con algunos compañeros que me insultaban y se
reían de mi forma de vestir. Y hasta algún profesor me tuvo manía.
Pero, ¡basta ya de problemas!.
Recuerdo que en Chieri pasé unos años inolvidables como estudiante. Formamos un
grupo de grandes amigos y decidimos llamarlo Sociedad de la Alegría. Queríamos
disfrutar de la vida y ser buenos cristianos. Una vez hasta retamos y vencimos a un
saltimbanqui.
Después pude entrar en el Seminario y hacerme cura para ayudar a los jóvenes.
Empecé a recogerlos por las calles, a visitarlos en las cárceles,… Me dio tanta
pena que decidí hacer todo lo posible para que no fuesen a parar allí.
Decidí abrir un Oratorio festivo, luego colegios y talleres para educarlos.
Me di cuenta de que yo solo no podía y, entonces, pedí a algunos de aquellos chicos
que me ayudasen y se hicieran salesianos.
Con el tiempo fuimos muchos no sólo en Italia sino en Europa y empecé a mandar
misioneros a América.
También me ocupé de las chicas y con María Mazarello fundamos las salesianas o Hijas
de Mª Auxiliadora.
Puedo decir que a falta de padre he tenido dos madres: la de la tierra, Margarita, y
la del cielo: Mª Auxiliadora.
Bueno, podría contaros muchas más cosas pero no quiero cansaros. Sí quiero pediros
algo: que seáis valientes y generosos. Cuidad vuestra vida y entregadla por amor.
Ahora me vendría muy bien que algunos de vosotros os hicierais salesianos o
salesianas para poder ayudar a tantos chicos y chicas, a tantos jóvenes como andan
perdidos, sin encontrar un sentido a su vida aquí en nuestra misma ciudad, en
España o en cualquier parte del mundo. ¡Hay tantos misioneros y voluntarios!
Prometedme que lo pensaréis un poco.
Aquí tenéis un amigo que os quiere,
D. Bosco
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