(El mundo, 18/02/09)
La sociedad española asiste conmocionada a la búsqueda del cadáver de la joven sevillana Marta del Castillo en el río Guadalquivir.El asesinato de Marta no es un suceso más.Las dramáticas circunstancias que han rodeado la desaparición y posterior asesinato de esta adolescente de 17 años están provocando un intenso debate social a propósito no sólo del grado de crueldad al que pueden llegar los seres humanos, sino también acerca de las nuevas formas de vida electrónica de los jóvenes, la educación, las leyes, la protección de los menores y los efectos letales que puede producir la desestructuración familiar.
Marta desapareció de su casa el 24 de enero y rápidamente se organizó un masivo movimiento ciudadano para buscarla. Los padres de la joven siempre apuntaron en sus sospechas a la última persona que la vio con vida, su ex novio, que finalmente fue detenido el 14 de febrero. Miguel Carcaño confesó que había matado a la chica la noche de su desaparición y que había arrojado su cadáver al Guadalquivir desde un puente muy conocido en Sevilla. En días posteriores se detuvo a dos de sus amigos -uno de ellos menor- por ayudarle en su crimen.Finalmente, su hermano mayor -de 39 años-fue arrestado como cómplice ante la conmoción del vecindario que lo tenía por una persona «seria y formal».
El entorno del presunto asesino ofrece un primer motivo de reflexión.Miguel creció sin padre, su madre murió hace años y es un joven definido como violento y posesivo. Su hermano mayor, Javier Carcaño, que ejercía la autoridad del padre ausente, habría encubierto el crimen. Está claro que no estamos ante un tipo de familia normal, y tampoco todo el mundo que crece en un hogar desestructurado es un delincuente, pero el caldo de cultivo por el que alguien mata a sangre fría a una joven y luego la tira al río con la connivencia al menos de parte de su entorno familiar y social, evidencia una ausencia muy preocupante de valores cívicos y morales.
Hay más detalles insólitos en este suceso. Desde la desaparición de Marta, el asesino confeso vivía en una localidad cercana a Sevilla con la familia de su actual novia, una niña de 14 años.La menor, acompañada por su madre, ha aparecido en algunas televisiones relatando su relación con Miguel, lo cual indica que la elevada protección legal de la que gozan los menores choca con la responsabilidad de sus propias familias. Los comportamientos sociales descritos, y éste es el tercer motivo para la reflexión, se han producido en una gran ciudad y sus protagonistas -víctima y verdugos- eran expertos en el uso de las nuevas tecnologías para relacionarse con el mundo. Tanto Miguel como Marta y sus amigos eran asiduos de Tuenti, una red social popular entre los jóvenes. La familia de la joven asesinada ha protestado por la difusión de las fotos colgadas en la página Tuenti de Marta en actitud cariñosa con su presunto asesino. La Fiscalía considera que esas imágenes pueden haber producido un daño a la intimidad de la joven. Sin embargo, esas fotos están al alcance de cualquiera, lo cual es un motivo para que las familias y los profesores alerten a los menores acerca del peligro de volcar sus datos en la Red.
Finalmente, el asesinato de Marta ha dejado al descubierto una parte de la intimidad del círculo en el que se movían los jóvenes que se compadece poco con su pertenencia a una generación teóricamente educada en la igualdad entre hombres y mujeres. Todo indica que el presunto asesino se consideraba el dueño de Marta y que ésta había desarrollado una cierta dependencia emocional que contribuyó al trágico desenlace.
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