LEO LA PALABRA (Marcos 1, 12-15)
Después de esto, el Espíritu llevó a Jesús al desierto. Allí vivió durante cuarenta días entre las fieras, y fue puesto a prueba por Satanás; y los ángeles le servían.
Después que metieron a Juan en la cárcel, Jesús fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios. Decía: “Ha llegado el tiempo, y el reino de Dios está cerca. Volveos a Dios y creed la Buena Noticia.”
MEDITO LA PALABRA
Cada tarde salgo de casa, y me adentro en un desierto de luces, ruidos, pisadas que van y vienen. Estoy rodeado de coches que rugen, voces que me acorralan, risas que no entiendo. Después de caminar por calles y avenidas siento hambre. Pero no de comida-basura…necesito calor, una voz íntima que me ayude a ser el que en verdad soy.
Tal vez, esta ciudad que me envuelve sea el «Desierto» que Dios me concede, para recuperar el aliento, las razones y la lucidez. Dios siempre lleva a los suyos al desierto para hablarles allí al corazón. Entre tantas cosas veo el valor de lo necesario y el estravío de lo supérfluo: «No solo de pan vive el hombre,sino de la Palabra que sale de la boca de Dios.
Durante esta cuaresma, seguiré caminando, cada tarde a un ritmo distinto…despacio para colocar tantas cosas en su sitio. Y así despacio y en silencio tomar aire y seguir dando lo mejor de mí cada día.
¡Venga! Coge la agenda y busca tú también el momento para tu “desierto”.
REZO CON LA PALABRA
Necesito respirar. Tomar un trago de aire nuevo.
Y así podré caminar por las sendas que nos dejaste…
Necesito parar. Llorar por todo aquello que me duele.
Y sentir tu mano que enjuga mis lágrimas…
Necesito volver a empezar. Hacer de nuevo la mochila
y empezar a caminar, sabiendo que Tú estás a mi lado.
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